El concepto de interés relaciona el constructo mental del proyectista con el exterior. Esta relación se genera por medio de diversos mecanismos, dando lugar a diferentes tipos de interés: interés por medio de la penetración en otras disciplinas, interés a través del contexto cultural concreto en que se insertan los proyectos, interés por la materialización en obra construida y su consiguiente prueba con usuarios reales, e incluso intereses dirigidos que construyen identidades proyectuales reconocibles. Éstas y muchas otras formas de interés aportan elevados grados de implicación y constituyen “inputs” de nutrición disfrutista en la construcción del proceso, operando de diferentes maneras.
Los diversos tipos de interés se entremezclan entre sí para acercar o alejar el proceso mental del complejo contexto en el que se inserta. Lo multidisciplinar acerca el proceso a la indagación y lo enriquece mediante el contacto con la investigación contemporánea; el medio cultural lo conecta con los recursos locales y globales; la realización aproxima el proyecto al interés colectivo, testándolo in situ y obteniendo una respuesta nutritiva de los usuarios tras la construcción. En este caso el proceso no termina cuando acaba el proyecto ni con la ejecución de la obra, sino que continúa durante la vida útil de la arquitectura por medio de su relación con los que la disfrutan, que van retroalimentando el pasado proceso proyectual mediante la acción de usar. Por último, se considera la construcción de una identidad proyectual, que aleja el proceso del contexto introduciendo sus propios parámetros de introversión, definiendo topologías habituales y encerrándose en una burbuja en la que los acontecimientos internos se relacionan fundamentalmente entre sí.
Los diversos tipos de interés se entremezclan entre sí para acercar o alejar el proceso mental del complejo contexto en el que se inserta. Lo multidisciplinar acerca el proceso a la indagación y lo enriquece mediante el contacto con la investigación contemporánea; el medio cultural lo conecta con los recursos locales y globales; la realización aproxima el proyecto al interés colectivo, testándolo in situ y obteniendo una respuesta nutritiva de los usuarios tras la construcción. En este caso el proceso no termina cuando acaba el proyecto ni con la ejecución de la obra, sino que continúa durante la vida útil de la arquitectura por medio de su relación con los que la disfrutan, que van retroalimentando el pasado proceso proyectual mediante la acción de usar. Por último, se considera la construcción de una identidad proyectual, que aleja el proceso del contexto introduciendo sus propios parámetros de introversión, definiendo topologías habituales y encerrándose en una burbuja en la que los acontecimientos internos se relacionan fundamentalmente entre sí.
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